La relación de pareja es una
de las experiencias más gratificantes de las que podemos gozar en nuestras vidas
y pese a que es una experiencia universal y tratada de explicar desde el
comienzo de la civilización solo hoy en día conocemos algunas de sus bases, componentes
y evolución.
Vivir en pareja no es nada
sencillo si se tiene en cuenta que sobre ella revierten los problemas
cotidianos. El trabajo, el estrés y la rutina a veces provocan que la pareja
deje de disfrutar de sus momentos libres.
Existen relaciones de
parejas adictivas o nocivas que pueden llevarnos a tomar decisiones radicales
que puedan ser precipitadas, erróneas o perjudiciales tanto para nuestros sentimientos
cómo para el de nuestra “media naranja”; o peor aún, vivir una relación
tormentosa y desagradable que puede afectarnos en todos los campos de nuestra
vida por falta de conocimiento mutuo o comunicación con nuestro compañero.
Cuando una persona decide
compartir su vida con otra implica una aceptación de la otra persona y de uno
mismo, es decir, las cualidades y los defectos de cada uno.
Para aceptar a alguien es
necesario conocerlo y, por lo tanto, es indispensable la comunicación en la
pareja, que para que sea buena requiere que ambas partes estén dispuestas a ser
abiertas, comprenderse, tener una verdadera vida en común y que se comprometan
el uno con el otro.
La forma en la que una
pareja vive su relación viene determinada tanto por las características
particulares de cada miembro (formas de amar, historia de aprendizaje,
experiencias en relaciones románticas previas, etc.), como por el contexto
cultural y social en el que se inicia y se desarrolla (factores culturales, creencias,
roles de género, etc.).
Todos estos aspectos van a
ser determinantes en las dinámicas de interacción que se generen en la pareja
y, por lo tanto, en el ajuste y la calidad de la misma.
Algunos estudios plantean que una relación de
pareja se basa en cuatro componentes: el compromiso, la intimidad, el romance y
el amor. Los tres primeros son de tipo social y dependerá de la cultura donde
se viva las conductas que demostrarán dichos componentes y la intensidad en que
son necesarios en una relación amorosa. El amor por su parte es un componente
biológico por lo cual es independiente de la cultura y es específico en cada
individuo.
En toda relación de pareja
existen una serie de áreas a las que las parejas se enfrentan y que condicionan
las dinámicas y la calidad de la relación. En términos generales, cuando existe
acuerdo entre ellas, la relación se ve fortalecida pero, si por el contrario,
existe un desacuerdo y la pareja no posee las habilidades básicas para solucionar
o tolerar estas desavenencias, es probable que conduzcan a interacciones
conflictivas que dificulten el correcto funcionamiento de la relación.
Para mejorar y mantener una
sana relación de pareja, se debe empezar por compartir actividades que son
agradables para los dos, de esta forma se hace más estable y satisfactoria una
relación, contrarrestando así los sinsabores de cada día y ayudando a que la
rutina no destruya la pareja.
La intimidad o compenetración
sexual entre la pareja es de vital importancia en la relación; aunque para
algunos, no es lo esencial, para muchos ocupa casi o un poco más que el 60% de
la relación.
Es conocido que el sexo
influye de manera trascendental en el buen entendimiento y estabilidad de las
relaciones de pareja, pues no solo se trata de la conexión física que significa
como tal sino también, la unión que representa en la parte emocional.
Descuidar este campo de la
relación puede ser un error fatal, pues en muchas oportunidades y dependiendo
de la solidez de tu relación, abrirás espacios que en un momento de confusión o
ausencia, le permitirán a tu pareja la exploración sexual lejos de ti,
generando problemas mucho más graves y que muchas veces acaban con la relación.
En una relación sana, la
comunicación es la clave. Cuando la comunicación es eficaz y tratamos de
entender mejor a nuestra pareja en todos los campos de nuestra convivencia,
lograremos conseguir una relación más
fuerte y estable. Cuando podemos resolver los conflictos con éxito, estaremos desarrollando
una relación sana y madura y por
consiguiente más duradera y satisfactoria.